lunes, 26 de mayo de 2014

Sus pasos descalzos cambiaron la danza


Cada vez que me enredo con la bufanda o los cables de los auriculares no puedo evitar pensar en Isadora Duncan y hacer una broma de humor negro. Desde muy pequeña me impactó el relato sobre la escena que le quitó el aire para siempre. Sé que vi algún ballet que lo contaba. Creo que era una creación de Maurice Bejart para Maya Plisetskaya.
Pero no tengo pruebas.


Cuando anduve por París unos años atrás no pude evitar ir en busca de su tumba en el Cementerio de Père-Lachaise, mientras otros buscaban la de Jim Morrison.
Pero en verdad soy de las que prefiere acordarse de la gente en el día que nació. Isadora nació un 26 de mayo de 1877.  Si todos fuéramos eternos, hoy cumpliría 137 años.
En los 50 años que anduvo pisando el planeta tierra, sus pies la trajeron a Buenos Aires en 1916. Nosotros llevábamos apenas 100 años como país independiente. No todos entendieron tanta independencia en un cuerpo de mujer. Y así lo cuenta Eduardo Galeano en Memoria del Fuego III: El siglo del viento.

1916-Buenos Aires
Descalza, desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina, 
Isadora Duncan baila el himno nacional.
Una noche comete esa osadía, en un café de estudiantes de Buenos Aires y a la mañana siguiente todo el mundo lo sabe: el empresario rompe el contrato, las buenas familias devuelven sus entradas al Teatro Colón y la prensa exige la expulsión inmediata de esta pecadora norteamericana 
que ha venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios.
Isadora no entiende nada. Ningún francés protestó cuando ella bailó la Marsellesa con un chal rojo por todo vestido. Si se puede bailar una emoción, si se puede bailar una idea, 
¿por qué no se puede bailar un himno?
La libertad ofende. Mujer de ojos brillantes, Isadora es enemiga declarada de la escuela tradicional, el matrimonio, la danza clásica, y de todo lo que enjaule al viento. 
Ella baila porque bailando goza, y baila lo que quiere, cuando quiere y como quiere, 
y las orquestas callan ante la música que nace de su cuerpo.


Esta mujer libre dejó muchas huellas en la danza mundial. Algo de su estilo nos llega hasta hoy a través de del coreógrafo inglés Frederick Ashton, que creó una versión "isadoresca" de unos bellos valses de Brahms.
La directora del English National Ballet, Tamara Rojo nos trajo su emoción al Teatro Colón, en 2013.




No pude encontrar fragmentos de filmaciones de la Duncan bailando. Lo que hay dando vueltas por ahí, son otros homenajes, segundos borrosos de miembros de su compañía o unos pocos segundos que se ven horrible.
Pero encontré está sorprendente perlita: una canción de Celia Cruz, grabada en 1978 con la Fania All Stars.
Si bien algunos versos parecen bastante génericos y podrían aplicarse a cualquier bailarina, hay otros que se oyen de lo más específicos:
"Isadora Duncan bailaba 
sin reglas ni posición 
interpretaba sus danzas con luz e improvisación 
Isadora formó la liberación. 
Isadora Duncan leyenda que no murió"





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