viernes, 16 de noviembre de 2012

Mariposas sobre un puente


La sala está envuelta en bruma y perfume. Una voz nos susurra algunos datos científicos que explican la fascinación de Teresa Duggan por estos seres alados: las mariposas tienen una enorme resistencia al frío, pueden elevarse a muchos metros de altitud, y mutan su ADN varias veces a lo largo de su corta vida.

De esto se trata El puente de la mariposa, de los cambios, de las mutaciones. De los pliegues y los despliegues.

Una figura cruza lentamente el escenario con una rama envuelta en luces. Suena una melodía en escala pentatónica, ejecutada en vivo desde un koto, un arpa japonesa de trece cuerdas y sonido sereno. Pero esta obra no se trata sólo de calma y contemplación. Las mariposas y los climas también pueden ser intensos.

En las escenas más enérgicas, la música está en las manos de Narda Gómez Gutiérrez y Natalia Yagi, del grupo Mukaito Taiko. Los dos tambores taiko en escena alternan entre un lugar central y secundario a lo largo de la obra.

Lo que está en el centro, es el juego. Los intérpretes lo disfrutan. Sonríen y contagian su sonrisa a la platea.

Éste es un espectáculo que puede disfrutarse desde la infancia. Sin paternalismos ni tonos escolares, esta obra de Duggan transmite contenidos más allá del movimiento.

Orugas que se vuelven crisálidas. Crisálidas que se transforman en mariposas. Y todas las texturas sirven para reflejar esos cambios: banderas, cintas adhesivas, hilos de colores, elásticos y cañas de bambú.

Se trata de una puesta muy visual, que se explica sola. Y en algunos pasajes, las palabras sobran.

Tal vez porque su vida es tan corta, las mariposas son los insectos más inmortalizados por los artistas. Y por todas las culturas de oriente y de occidente. Tal vez de eso se trate el puente mencionado en el título de la obra

Nota publicada en La Nación el 08-10.12
http://www.lanacion.com.ar/1515262-el-encanto-de-lo-efimero

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