Foto: Ernesto Monsalve
Ko Murobushi pasó por Buenos Aires realizando seminarios de danza Butoh para bailarines y presentó su último espectáculo solista. Quick Silver remite en su nombre y su concepto, a una gota de mercurio que se ha quedado sin fuerza.
La danza Butoh es agotadora. Lleva a sus intérpretes a los niveles de intensidad corporal de una maratón. Una maratón inmóvil.
Tanta quietud es amplificada por el maquillaje. Ko Murobushi se presenta pintado de plateado hasta el último poro. Y el diseño de la iluminación está al servicio de los pocos elementos de utilería con que cuenta este espectáculo: una pila de polvo para disolver en el aire. Una chapa en el suelo, que refleja las luces cenitales y dibuja contornos redondos sobre la piel de Murobushi. Y otra placa metálica suspendida en el aire, que a veces es espejo y a veces, tormenta.
La gota de mercurio, que de a ratos se convierte en un feto o un anciano moribundo, se traslada casi sin peso, sosteniéndose apenas sobre los nudillos. Los desplazamientos son lentos y no llegan a ningún lado. Las caídas son antojadizas y nada orgánicas.
Si uno pone esos movimientos incomprensibles en el contexto conceptual del Butoh puede entender que este género de danza performática surge como respuesta catártica de la vanguardia de los años 60 a los cientos de miles de vidas humanas mutiladas en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. La pregunta es si se trata de una performance que sólo puede disfrutarse contando con esta información previamente.
La danza Butoh es incómoda. Raspa.
Es incómoda para quien la baila. Caídas, equilibrios imposibles. Posiciones insostenibles y eternas.
Pero también es incómoda para el público. Hay silencios infinitos. Luces que encandilan. Chirridos que se clavan en los tímpanos. Polvillo que desata toses. Sonidos de derrumbes que parecen no acabar jamás. Y que inevitablemente remiten a la explosión de una bomba atómica, que nunca deja de doler en los huesos.
¿Se trata de una danza de denuncia aún?
Murobushi es presentado como alguien que busca nuevas posibilidades para esta disciplina. Pero al menos en este espectáculo no parece encontrar el camino de salida de ese laberinto.
Cuando habla de su obra, dice que se trata de "una figura sin forma que no conoce ni el miedo ni la dicha."
Y en ese sentido, no se puede decir que no cumpla su objetivo.
Nota publicada en La Nación el 17-11-12
http://www.lanacion.com.ar/1527482-la-incomodidad-del-butoh
Qué buena nota!
ResponderEliminarGenia! Qué profesional el equilibrio con el que criticas! Chapeau!